Nicolás de Bari, conocido por todos como
Santa Claus, nació en el año 280, en Lycia, un pueblo de lo que hoy conocemos
como Turquía.
Cuando no está repartiendo juguetes se dedica
al sacerdocio, y se caracteriza por su gran generosidad y el amor que le tiene
a los niños.
Actualmente vive en una región del Polo Norte, no puede decir cuál porque
pueden descubrir su fábrica de juguetes y se arruinaría la ilusión de la
Navidad.
Conozcamos más de este festivo personaje.
¿Cuál fue el primer obsequio que
diste?
-Ho Ho Ho…
Hace tantos años que ya casi ni me acuerdo. Creo que fue hace más de 1.700
años. Una familia del pueblo donde yo vivía en aquel entonces se encontraba en
una situación económica muy difícil. No tenían dinero y no podían pagar las
dotes de sus hijas para que ellas se casaran. Yo entre a su casa con mucho
cuidado, sin que nadie me viera, y dejé tres bolsas con monedas de oro dentro de los calcetines de las niñas que colgaron sobre la
chimenea para secarlos, como si fuera
un regalo milagroso. Creo que de ahí me quedé con la costumbre de los
calcetines y que nadie me viera al entregar los regalos. Ho Ho Ho.
¿Qué es lo que más le gusta de
ser Santa Claus?
-Para
mí este es el trabajo más maravilloso del mundo, no hay algo que me guste más
porque todo me fascina, pero tal vez sea la ilusión de miles de millones de
niños lo que me motiva para seguir siendo Santa Claus.
¿Y cómo haces
para repartir todos esos juguetes en una sola noche?
-Fácil, los guardo en mi saco y los monto en mi trineo
mágico, los renos que tiran de él son muy veloces y se puede recorrer el mundo
entero en pocas horas.
¿Y todo ese trabajo lo hace usted
solo?
-Por
supuesto que no. Ho Ho Ho… Son muchos niños alrededor del mundo para un solo
viejito como yo. En todas partes del mundo tengo amigos que me ayudan a
repartir regalos: los elfos, Papá Noel, el Niño Jesús, el Viejito Pascuero, la
Befana, la Tía Airie, y los tres Reyes Magos, y a veces hasta lo padres de los
niños nos ayudan con los juguetes.
Este es
un trabajo se hace en equipo, todos somos amigos y nos ayudamos entre sí, y ese
es uno de los mensajes más bonitos de Navidad.
Desde pequeños nos han dicho que si no nos portamos bien
usted no nos trae regalos, ¿eso es cierto?
-Claro que sí. Solo los niños
buenos reciben regalos. Yo tengo un telescopio mágico con el que veo cómo se
portan todos los niños del mundo, además cuento con la ayuda de los amigos que
te mencioné antes, ellos me mantienen siempre informado.
¿Y si un niño se porta mal?
-Si es así, entonces es Carbonilla
quien lo visita y en vez de regalos le deja carbón. Aunque creo que este año no
será necesario porque todos se han portado muy bien.
Santa,
discúlpenos si lo que le vamos a decir lo ofende pero, ¿usted no está muy gordo
para entrar por las chimeneas?
-Ho Ho Ho… Sí estoy muy gordito, ¿verdad? Eso es por tantos
dulces que me dejan los niños. Pero sí entro por las chimeneas, lo que pasa es
que primero me convierto en una especie de humo mágico. Y si las casas no tienen
chimeneas entro por cualquier huequito que encuentre, así que nadie se
preocupe. Ho Ho Ho.
Por simple curiosidad, ¿por qué
siempre viste de rojo y blanco?
-Ho Ho Ho… ¿Cómo lo notaron? Ho
Ho Ho. Es que me encantan estos dos colores, para mí representan el amor y la
paz que siempre deben reinar en el mundo. Por eso mi traje es de esos colores.
¡Ho Ho Ho!
Después de repartir los
obsequios, ¿cómo celebra el día de Navidad?
-Comiendo. Ho Ho Ho… Cuando llego
a mi casa le doy a la Señora Claus todos los presentes que me dejan los niños
como agradecimiento y, como todo es comida, ella arregla la mesa mientras yo le
doy de beber a los renos.
Luego, al entrar nuevamente a la
casa me encuentro con la razón de mi sobrepeso. (Ho Ho Ho) Una mesa con
hallacas y pan de jamón de Venezuela, chocolate caliente de Perú, galletas de
jengibre de Alemania, y así muuuuchos platos más de todos los países del mundo.
¡Qué rica es la Navidad! Ho Ho Ho.
Usted que siempre entrega
obsequios, ¿qué le gustaría recibir de regalo para esta Navidad?
-Yo soy feliz con que todos los
niños de todo el mundo se porten muy bien para que reciban su obsequio, pero si
insisten… Ho Ho Ho… Me encantaría recibir un mundo donde no existan las peleas,
donde el amor y la paz sean contagiosos y siempre estén en el ambiente. Y si de
paso se atraviesan por allí chocolates con nueces y avellanas, no me quejaría.
Ho Ho Ho.
Como agradecimiento a Santa Claus por
haber compartido un ratito con nosotros, decidimos obsequiarle una caja inmensa
de sus chocolates preferidos. Los compartió con nosotros y se fue a su fábrica
de juguetes a continuar con su trabajo.
Esperaremos hasta el día de Nochebuena
para saber que nos regalará, mientras tanto les deseamos desde aquí una ¡Feliz
Navidad!
0 comentarios:
Publicar un comentario